
MicRoscoPía y aRte
REVISTA MÉDICA DE ROSARIO 39
Desde 1660 hasta su muerte, Vermeer produjo la
mayoría de sus mejores pinturas, en especial escenas de
interiores, vendió su trabajo a un reducido grupo de ad-
quirentes, alcanzó notoriedad en su localidad siendo de-
signado jefe del gremio de pintores hacia 1662.
En una casa poblada de hijos concentró su menester
en habitaciones privadas y serenas con mujeres en dis-
tintas actitudes que mueven a encontradas interpretacio-
nes: La muchacha del turbante (o de la perla) (c. 1660)
(popularizada como “La Mona Lisa del Norte”), Mujer
escribiendo una carta y su criada (c.1660-1662), Mujer
con un cántaro de agua (c. 1662), La pesadora de perlas
(o Mujer sosteniendo una balanza) y La muchacha de azul
(c.1662-1663), Mujer de azul leyendo una carta y El con-
cierto (c. 1663), Mujer tocando el laúd (c.1663-1664), La
dama del sombrero rojo, La muchacha de la auta y La
encajera (c.1664), Dama al virginal y caballero y Mujer
con un collar de perlas (c.1665), Mujer tocando la guitarra
(c.1667), La carta de amor y Dama de pie ante el virginal
(clavicordio) (c.1670) y Dama sentada al virginal (clavi-
cordio) (c. 1673).
Durante este período produjo también: La lección
de música interrumpida (c.1660), El Taller del pintor, El
arte de pintar o Alegoría de la pintura (c. 1660-1662), El
astrónomo (fechado y rmado JVMeer, 1668), El geógra-
fo ((fechado y rmado JVMeer, 1669) (ambos con bata
japonesa honoríca -japons-, de moda en esa época) y
Alegoría de la Fe (c.1670-1675).
En 1670, Vermeer fue nuevamente elegido jefe del
gremio de pintores de su ciudad natal en 1672, sufre el de-
terioro económico que acompañó a la invasión de las tro-
pas francesas y fallece repentinamente (¿infarto cardíaco?,
¿accidente cerebro-vascular?) en 1675, dejando esposa, 11
hijos e ingentes deudas. Según el registro funerario de la
Iglesia Vieja de Delft, al menos catorce portadores lleva-
ron su féretro, y la campana sonó una vez como ofrenda
póstuma. Fue un nal honorable sufragado por su suegra.
Un cierto número de su producción pictórica fue
puesta a pública subasta en Amsterdam durante mayo de
1696.
Por su limitada creación (unos 35 cuadros – una
treintena de carácter intimista, tres religiosos y dos pai-
sajes exteriores) y su restricción en pocos compradores
y/o acreedores locales no logró fama general en vida.
En 1866, el pintor y crítico francés radical Étienne
-Joseph- éophile oré (cuyo seudónimo era William
Bürger) lo rescató del anonimato en el que estaba su-
mido por haber sido atribuidas varias de sus cuadros
a otros pintores. Lo hizo adjudicándole erróneamente
ideas de izquierda por sus temas que valoró populares.
Vermeer no supuso una revolución para el arte de su
época pues los temas y el estilo se encontraban dentro de
los parámetros ya establecidos por sus contemporáneos
holandeses. Sin embargo, la nota diferencial residió en
el silencio que logró transmitir en sus cuadros. En tal
sentido, puede decirse que pinta el tiempo inmóvil de la
presencia y de la cosa que dura más que el que discurre.
Lo caracterizan el empleo del color (con preeminen-
cia del amarillo limón -en la luz-, el azul pálido y el gris
claro, principales colores de su paleta según Van Gogh),
la composición, la textura, el impasto, la pincelada y,
esencialmente, la luz que relumbra, decrece, se dispersa y
desvanece. Con facetas realistas dentro del barroco, suma,
además, el uso del lienzo con una capa gris u ocre de base,
la presencia de pointillés (punteado)
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en distintas estruc-
turas, las guras con contornos denidos por el contraste
luz-sombra, determinados trampantojos, los cortinados
recogidos que descubren nuevos espacios, los pisos aje-
drezados, algunos instrumentos musicales (= tiempo), las
alfombras orientales, los ventanales con vidrios emploma-
dos, el valor otorgado a los espejos y a las perlas así como
a los fondos con pinturas y mapas (= espacio) (cuadro
dentro del cuadro) que conducen a variados simbolismos.
A este respecto, tres de sus producciones valen a modo
de ejemplo: La pesadora de perlas (lo mundanal y efíme-
ro versus el Juicio nal, espiritual y eterno), El Taller del
Pintor (alegoría de la Pintura, muestra espacios sucesivos
desde el corrido cortinaje de recamados verdores hasta el
percibido detrás del mapa de los Países Bajos previo a la
Paz de Westfalia, un pintor de espalda vestido elegante-
3. No confundir con puntillismo.